A través de las pocas reuniones que tuvo con sus potenciales jugadores repartidos por todo el planeta, el sudafricano logró imponer su pensamiento, imbuirles el espíritu competitivo del guerrero que no se rinde, del que puede responder ante situaciones en apariencia insalvables, y el del golfista convencido de que puede vencer a cualquiera.
Por supuesto, del otro lado estaba el capitán-jugador Tiger Woods, el más férreo competidor de las últimas décadas en el golf, el máximo ganador, el amo y señor de los regresos inesperados a la elite del juego, y quien no está muy familiarizado con la palabra derrota. Bajo su mando, 12 de los 24 mejores jugadores del planeta, con la consigna de asegurar la victoria para su ídolo, compañero y líder.
Volviendo a las abismales diferencias entre un equipo y otro, vale la pena mencionar que, si promediamos la posición en el ranking de ambos equipos, los de Estados Unidos alcanzarían una media de 11.66, mientras que los de casa, 40.75. Solo dos jugadores de los visitantes, Rickie Fowler (22º) y Matt Kuchar (24º) son superados por tres internacionales: Adam Scott (18º), Louis Oosthuizen (20º) y Hideki Matsuyama (21º). Cuatro estadounidenses: Justin Thomas (4º), Dustin Johnson (5º), Patrick Cantlay (7º) y Xander Schauffele (9º) llegaron al torneo en el top-10 de la clasificación mundial.
Una vez iniciado el campeonato, la estrategia de Ernie comenzó a dar excelentes resultados; 4-1 en los four-ball del jueves, 6.5 a 3.5 tras los foursomes del viernes, 9 a 5 tras los four-ball del sábado por la mañana y, a medida que se acercaba el final, la creencia comenzó a disiparse y los resultados regresaron a la lógica de la ley de probabilidades. La tarde del sábado, el equipo yanki rescató tres de los cuatro puntos, lo que resultaría valiosísimo para el marcador final, reduciendo la desventaja de cuatro a dos puntos, diferencia fácilmente alcanzable para un equipo formado por jugadores del más alto nivel.
Con renovados ánimos por la brillante recuperación de la tarde anterior, la aplanadora norteamericana se hizo presente desde el primer partido del domingo, donde Tiger Woods, en su mejor nivel, dio cuenta de un Abraham Ancer, quien se había convertido en el símbolo de la escuadra Internacional, logrando 3.5 puntos de cuatro posibles. Implacable desde el golpe inicial, Woods ganó los hoyos 2, 4 y 6, a los que el de Reynosa respondió haciendo lo propio en el 3, 5 y 7. Tiger recuperó la ventaja en el 9 y se puso 2 arriba en el 10. Abraham ganó el 13, pero el capitán se llevó los dos siguientes, sellando el partido a su favor en el hoyo 16, con ventaja de 3 y 2.
El tablero se mantuvo pintado de rojo prácticamente toda la jornada. Hubo defensas memorables, como la de Cameron Smith contra Justin Thomas —a quien venció por 2 y 1—, pero fueron apenas destellos contra la aplastante realidad. Al final, el equipo de Tiger se llevó seis victorias y cuatro empates, contra solo dos derrotas. El marcador terminó favoreciéndolos por 16 puntos a 14.
Si yo tuviese que marcar el momento definitivo que cambió por completo la dirección de la energía positiva al lado opuesto, diría que fue el último golpe de Byeong Hun An (con Joaquín Niemman) en los foursomes del sábado, fallando desde 6 pies el birdie que les habría dado el triunfo contra Justin Thomas y Rickie Fowler. En lugar de llegar a los individuales ganando por dos, la diferencia habría sido de tres puntos a su favor.
El momento que más disfruté en la Presidents Cup, y quizás el más emocionante de todo el torneo, fue la forma en la que Abraham Ancer y Marc Leishman se recuperaron de una desventaja de cinco hoyos, contra Justin Thomas y Rickie Fowler, para terminar arrebatándoles medio punto, ganando los tres últimos. Fue simplemente espectacular.
Los dos capitanes, en mi opinión, tuvieron una actuación soberbia. Tiger supo mezclar a la perfección su papel como jugador y como capitán, ganando los tres partidos en los que participó, y cediendo su lugar para dirigir a su equipo a una positiva jornada sabatina. Su triunfo fue más que merecido. En cuanto a Ernie Els, sabiendo que contaba con un equipo notablemente inferior, hizo un trabajo excepcional, logrando que casi todos sus jugadores estuvieran por encima de su nivel. Mis respetos para el gran sudafricano. Siguiendo la sinergia de Ernie, me encantaría cambiarle el nombre al equipo International por el de United Team, fortaleciendo el concepto de unidad.
Ya para terminar, la actuación de Abraham Ancer fue inesperada, sobresaliente y altamente gratificante. Con la experiencia adquirida en este torneo, no dudo que durante el 2020 veamos su primera victoria en un torneo del PGA Tour.