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Editorial

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Abraham Ancer y Tiger Woods.

Presidents Cup 2019

Un camino (truncado) a la victoria

Fernando de Buen

Aspirar a ganar la Presidents Cup contra un trabuco como el que conformó el equipo estadounidense para enfrentar este torneo, es como pretender subir al Everest con una pierna fracturada. El equipo Internacional hizo un loable esfuerzo en las competencias por parejas, pero la diferencia no le alcanzó para soportar la enorme distancia entre sus jugadores y los sobrinos del tío Sam. Al final, un resultado favorable a los de barras y estrellas, con 16 puntos a 14, fue un buen reflejo de lo que sucedió en el impresionante campo Royal Melbourne, que fuera sede en 1998 del único triunfo internacional en la historia de 13 encuentros, que aportan 11 triunfos para Estados Unidos y un empate.

Sin embargo, pretendiendo alejarme de la trillada convención acerca del aprendizaje de las derrotas, yo prefiero reflexionar en lo valiosa que fue la preparación del equipo, de la mística que impuso el capitán Ernie Els, en la gran actuación de algunos de sus jugadores —empezando por el extraordinario Abraham Ancer— y en lo difícil que fue para los dirigidos por Tiger Woods levantar nuevamente la ya histórica copa dorada.

Hace apenas dos años, en la edición 2017 de este torneo, celebrada en el campo del Liberty National GC, en New Jersey, los de casa apabullaron a los multinacionales en todas y cada una de las jornadas del torneo, al grado de llegar a los individuales con una ventaja de 11 puntos, necesitando solo uno para asegurar la copa. Al final, aunque los visitantes obtuvieron 7.5 puntos de los 12 en juego, perdieron el torneo por 19 a 11. ¿Fue un fracaso? Yo lo vi más bien como un fiel reflejo de las grandes diferencias entre los 24 protagonistas, de acuerdo con el Ranking Mundial de Golf.

Habiendo sido un competidor incansable con 19 victorias en el PGA Tour y 28 en el Tour Europeo —incluyendo dos triunfos en el U. S. Open y dos en el Open Championship— el Big Easy se propuso implantar en la mente de sus jugadores la única clave infalible para mejorar su desempeño en el campo de juego: creer en sí mismos. Para ello, comenzó por contratar el diseño de una nueva identidad para el equipo, representada por un nuevo logotipo que refleja la integración de los países y promoviendo la lealtad al escudo que los representa. Aunque para muchos podría tratarse de una trivialidad, el darle al equipo y a sus seguidores un símbolo de unidad que fuera fácil de replicar mediante elementos mercadotécnicos era absolutamente necesario.
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A través de las pocas reuniones que tuvo con sus potenciales jugadores repartidos por todo el planeta, el sudafricano logró imponer su pensamiento, imbuirles el espíritu competitivo del guerrero que no se rinde, del que puede responder ante situaciones en apariencia insalvables, y el del golfista convencido de que puede vencer a cualquiera.

Por supuesto, del otro lado estaba el capitán-jugador Tiger Woods, el más férreo competidor de las últimas décadas en el golf, el máximo ganador, el amo y señor de los regresos inesperados a la elite del juego, y quien no está muy familiarizado con la palabra derrota. Bajo su mando, 12 de los 24 mejores jugadores del planeta, con la consigna de asegurar la victoria para su ídolo, compañero y líder.

Volviendo a las abismales diferencias entre un equipo y otro, vale la pena mencionar que, si promediamos la posición en el ranking de ambos equipos, los de Estados Unidos alcanzarían una media de 11.66, mientras que los de casa, 40.75. Solo dos jugadores de los visitantes, Rickie Fowler (22º) y Matt Kuchar (24º) son superados por tres internacionales: Adam Scott (18º), Louis Oosthuizen (20º) y Hideki Matsuyama (21º). Cuatro estadounidenses: Justin Thomas (4º), Dustin Johnson (5º), Patrick Cantlay (7º) y Xander Schauffele (9º) llegaron al torneo en el top-10 de la clasificación mundial.

Una vez iniciado el campeonato, la estrategia de Ernie comenzó a dar excelentes resultados; 4-1 en los four-ball del jueves, 6.5 a 3.5 tras los foursomes del viernes, 9 a 5 tras los four-ball del sábado por la mañana y, a medida que se acercaba el final, la creencia comenzó a disiparse y los resultados regresaron a la lógica de la ley de probabilidades. La tarde del sábado, el equipo yanki rescató tres de los cuatro puntos, lo que resultaría valiosísimo para el marcador final, reduciendo la desventaja de cuatro a dos puntos, diferencia fácilmente alcanzable para un equipo formado por jugadores del más alto nivel.

Con renovados ánimos por la brillante recuperación de la tarde anterior, la aplanadora norteamericana se hizo presente desde el primer partido del domingo, donde Tiger Woods, en su mejor nivel, dio cuenta de un Abraham Ancer, quien se había convertido en el símbolo de la escuadra Internacional, logrando 3.5 puntos de cuatro posibles. Implacable desde el golpe inicial, Woods ganó los hoyos 2, 4 y 6, a los que el de Reynosa respondió haciendo lo propio en el 3, 5 y 7. Tiger recuperó la ventaja en el 9 y se puso 2 arriba en el 10. Abraham ganó el 13, pero el capitán se llevó los dos siguientes, sellando el partido a su favor en el hoyo 16, con ventaja de 3 y 2.

El tablero se mantuvo pintado de rojo prácticamente toda la jornada. Hubo defensas memorables, como la de Cameron Smith contra Justin Thomas —a quien venció por 2 y 1—, pero fueron apenas destellos contra la aplastante realidad. Al final, el equipo de Tiger se llevó seis victorias y cuatro empates, contra solo dos derrotas. El marcador terminó favoreciéndolos por 16 puntos a 14.

Si yo tuviese que marcar el momento definitivo que cambió por completo la dirección de la energía positiva al lado opuesto, diría que fue el último golpe de Byeong Hun An (con Joaquín Niemman) en los foursomes del sábado, fallando desde 6 pies el birdie que les habría dado el triunfo contra Justin Thomas y Rickie Fowler. En lugar de llegar a los individuales ganando por dos, la diferencia habría sido de tres puntos a su favor.

El momento que más disfruté en la Presidents Cup, y quizás el más emocionante de todo el torneo, fue la forma en la que Abraham Ancer y Marc Leishman se recuperaron de una desventaja de cinco hoyos, contra Justin Thomas y Rickie Fowler, para terminar arrebatándoles medio punto, ganando los tres últimos. Fue simplemente espectacular.

Los dos capitanes, en mi opinión, tuvieron una actuación soberbia. Tiger supo mezclar a la perfección su papel como jugador y como capitán, ganando los tres partidos en los que participó, y cediendo su lugar para dirigir a su equipo a una positiva jornada sabatina. Su triunfo fue más que merecido. En cuanto a Ernie Els, sabiendo que contaba con un equipo notablemente inferior, hizo un trabajo excepcional, logrando que casi todos sus jugadores estuvieran por encima de su nivel. Mis respetos para el gran sudafricano. Siguiendo la sinergia de Ernie, me encantaría cambiarle el nombre al equipo International por el de United Team, fortaleciendo el concepto de unidad.

Ya para terminar, la actuación de Abraham Ancer fue inesperada, sobresaliente y altamente gratificante. Con la experiencia adquirida en este torneo, no dudo que durante el 2020 veamos su primera victoria en un torneo del PGA Tour.

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