–Le aviso de entrada, jefe. De entrada nomás se lo digo, no me pida su cortado con espuma porque la espuma no va más. Osvaldo, el mozo de mi bar favorito, me recibe con ese discurso.

–¿Cómo que no va más?, ¿qué pasa?, ¿tiene otro precio si lo pido con espuma?

–No, no tiene otro precio, sólo que es imposible lograr la espuma. Mire que éste será un barsucho de morondanga, pero los productos que tenemos son todos de las mejores marcas. No andamos especulando, total el costo se lo trasladamos al “consumidor final”, o sea a usted, que siempre se resiste a poner la moneda pero que tiene ínfulas de princesa lejana.

Ah, veo que quiere volver al juego de las palabritas antiguas, ok, Osvaldo, metele que son pasteles, pero todavía no me batió porque no puede traerme un café con espuma.

Escuche, pedazo de gandul, ¿usted vive en la luna de Valencia? La leche viene con tanta agua que es imposible que haga espuma, aunque la etiqueta diga “enriquecida con hierro y vitamina A B C D…”, y todo el abecedario. Así que chaupinela, si quiere espuma pida una cerveza bien tirada y finishela.

–Ok, Osvaldo, que sea sin espuma entonces, y con las tres medialunas que incluye la “promo”.

–Que “promo” ni que ocho cuartos. Ya no son más tres medialunas. Se nota que usted hace rato que no viene. Ahora son sólo dos y la tercera, si la quiere, la paga aparte. Café con leche sin espuma, con dos medialunas: 500 pesos y a llorar al velorio, la cosa no está para pijoteros. Lo de las tres medialunas quedó más viejo que Matusalén, así que le conviene renunciar a ese berretín. Y al queso crema con las medialunas también, porque pasa lo mismo que con la leche: ya no es queso crema, es queso agua. No tiene gusto a nada y viene tan licuado que no sirve ni para untar.

Le conviene campanear bien el menú antes de decidirse por algo. Y como no soy ortiva le voy a batir la justa: No pida cosas por separado, pida los menús fijos: un pollo con puré, o con ensalada, y una gaseosa le sale 1.100 pesos. Pero un café con leche con un tostado le sale más saladito. No hablemos si le agrega un agua o una gaseosa: Café con leche sin espuma: 400 pesos, tostado 550 pesos y un agua 350 pesos. Total: 1300 pesos.

–Gracias por el consejo Osvaldo, pero a las cinco de la tarde no me da ganas de manducar un pollo con puré.

–Entonces no se haga el coqueto, garpa y sanseacabó. Pero no me enferme de la cucuza con sus lamentos que ya bastante tengo en casa con los de Olga, mi señora, que cada vez que va al Coto viene cabrera y quiere amasijar a todos los empresarios que hacen lo que quieren para engatusar a la gente. ¿Vio los paquetes de galletitas?, ahora les sobra papel, porque les ponen cuatro o cinco galletitas menos. Multiplique las cinco galletas por miles de paquetes y verá lo que se afanan. O le ponen un gramo más al producto para salir de los “precios cuidados”. Hasta con el detergente se meten: una etiqueta de otro color y ya no podemos comprar ni el Ayudín para sacar las manchas de mi chaqueta blanca.

A lo del queso blanco, le agrego las mermeladas. Ni se le ocurra pedir mermelada, porque le estampan en la etiqueta “con más fruta”, y listo el pollo y pelada la gallina, cuarenta por ciento más cara, jefe. Así que nada de medialunas con queso blanco y mermelada, por lo menos hasta que venga alguien que le ponga el cascabel al gato. Y ¿sabe una cosa?, este mozo tiene al candidato para que se acaben las trapisondas y no nos embalurden más estos empresarios rantifusos y cogotudos. Adivine quién es.

–No, Osvaldo, no se me ocurre quién, pero no me salga con algún domingo siete.

–Qué poca imaginación Don Hugo, con escribas así estamos fritos. No le doy más rodeos: mi candidato para secretario de Comercio tiene nombre y apellido: ¡Néstor Ortigoza! No habrá ninguno igual, no habrá ninguno. El domingo se despidió del fútbol junto al que debería ser el subsecretario: Sebastián Torrico. Mire qué dupla. Uno marca a presión, raspa, chamuya, traba, ordena, putea, manda, y cuando hay que penalizar nadie mejor que él. Cada penal es gol, aunque entre solamente para patearlo, como pasó contra Vélez en el último minuto.

Ortigoza para la pateadura a los bacanes y Torrico para atajar los precios y ordenar las góndolas. Hay que renovar la política con estos cuervos que bancan las paradas más fuleras.

Y ni le cuento con las figuritas del mundial. Algunos sesentones nos quejamos de que ya no existen las difíciles, pero en realidad ahora son todas difíciles porque no se consiguen por ningún lado. Y cuando uno encuentra algún paquetito, en lugar de los 150 pesos que tienen que costar, se las venden a 300. Ya no puedo ni compartir este hobby con el Beto, mi hijo. ¡Mire que es lindo seguir juntando figuritas con el pibe como cuando era chico! Pero no, camino kioscos y nada. No hay o se las cobran fortuna. Los fabricantes a Don Tombolini lo sacaron vendiendo almanaques, pero si les mandamos a Ortigoza va a haber figuritas a troche y moche. Y el que desabastezca: cazote y en cafúa. Hasta me animo a decirle que se soluciona ese tema y Massita tiene chances. Vuelven las “promos”, la leche con espuma, los paquetes de galletitas completos, el queso crema con gusto a queso, la mermelada original, las góndolas repletas con los precios a la vista y el etiquetado frontal para no comer veneno, jefe. Y vuelve la alegría para todos los pibes con los álbumes de Qatar y los sobres de figus en todos los kioscos.

Usted no me lleva el apunte: Ortigoza y Torrico a la Secretaría de Comercio, y el camino para el triunfo en el 2023 está allanado. Ya que está en los medios haga bambolla.

 

Tengo hasta una buena consigna, me dice Osvaldo mientras se va cantando a atender otra mesa: El pueblo goza goza / con Torrico y Ortigoza.